El jueves por la tarde tuvo lugar la presentación del nuevo curso escolar con vosotros, las familias de nuestros jóvenes de Secundaria; tras la apertura del acto por parte del Equipo Directivo en el salón de actos del colegio los tutores pasamos a recibir a las madres y los padres de los alumnos de nuestras clases.
En mi caso, ya en aula de 1ºB ESO, tuve la suerte de contar con un numeroso grupo y os agradezco vuestra presencia y actitud de escucha y colaboración. Hicimos un breve y rápido repaso de aspectos relacionados con el funcionamiento y la organización de la etapa, el nivel y la clase en la que se encuentran vuestros hijos, como el horario, sus asignaturas y profesores, o normas del centro; tuvimos también la oportunidad de presentar algunas características propias de su edad, e incluso ofrecimos pautas concretas para mejorar las relaciones con ellos, en este momento de sus vidas cuando dejan de ser niños pequeños y en ocasiones dudamos cómo lograr una buena comunicación. No quise finalizar el tiempo que compartimos juntos sin transmitiros que me siento súper orgulloso de ser el tutor de unos chicos tan maravillosos, una tarea a la que dedicaré mi entusiasmo, profesionalidad y experiencia a fin de guiarlos para que consigan los objetivos que todos -vosotros, como familias, nosotros, como colegio, y ellos mismos- deseamos alcanzar.

Las prisas me impidieron compartir con vosotros este pensamiento: con el curso que iniciamos amanece un nuevo día en el proceso de crecimiento de vuestros hijos, un tiempo que les ofrecerá múltiples posibilidades para aprender, progresar y descubrir, y a lo largo del cual, sin ser conscientes de ello, seguirán forjando paulatinamente su personalidad. Por ello es muy, muy importante que en este camino encuentren en nosotros personas que confíen en sus capacidades, que les inspiremos a dar lo mejor de sí mismos, que los alentemos y apoyemos en momentos complicados, y les hagamos ver que las dificultades, los errores y las caídas, bien enfocados, pueden convertirse en plataformas desde la que contemplar sus sueños y horizontes; en definitiva, necesitan saber y sentir que creemos en ellos. Debemos hacerlo, además, con el firme convencimiento de que cada niño está donde le corresponde, ni por delante, ni por detrás de otros; cada uno tiene su propio proceso madurativo, que debe ser aceptado, respetado y querido: si lo hacemos de la manera adecuada, sin prisas y con diálogo, acompañamiento y estímulos positivos constantes, llegarán a ser jóvenes y adultos plenamente realizados y felices.
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