Uno de los conceptos más recurrentes de la fase de innovación en el que la educación se encuentra inmersa es el denominado “inteligencias múltiples”; en esta entrada intentaré explicar en qué consisten, ya que constituyen una de las claves pedagógicas sobre las que se edifica nuestra tarea docente diaria y es importante que sepáis en qué medida inciden en la educación de vuestros hijos.
Hasta hace muy poco tiempo se pensaba que un alumno era inteligente si obtenía buenos resultados en las consideradas “asignaturas importantes”, entre las que se encontraban por ejemplo Lengua, Matemáticas, Ciencias Sociales o Ciencias Naturales. Sin embargo no era habitual calificar como inteligentes a los que mostraban especial habilidad dibujando, tocando un instrumento musical o bailando, practicando un deporte con maestría, o simplemente mostrando dotes de liderazgo al jugar y relacionarse con otros. Digamos que ésas eran destrezas no tan reconocidas ni académica ni socialmente.
Sin embargo las investigaciones que llevó a cabo a finales del pasado siglo el psicólogo norteamericano Howard Gardner, profesor en la prestigiosa Universidad de Harvard, están actualizando la visión tradicional de inteligencia. En su “Teoría de las Inteligencias Múltiples” expone que no hay una única inteligencia, sino que en el cerebro humano coexisten distintos tipos de semejante importancia, puesto que cada uno de ellos mejora y facilita la vida de las personas y del mundo que habitamos en algunas de sus numerosísimas vertientes. Según él, tan inteligentes son, por ejemplo, las personas que muestran una inquietud y preocupación por el cuidado y la protección del medio ambiente y los diferentes seres vivos, que las que destacan por su capacidad para entender y aplicar los procesos matemáticos o quienes aprenden idiomas con facilidad. Igual sucede con los casos citados arriba de alumnos que sobresalen en ámbitos no tan reconocidos en la escuela como el dibujo, la música, el deporte o las propias relaciones entre iguales. Para Gardner todos esos chicos son especialmente inteligentes aunque destaquen en diferentes facetas. Él distingue ocho tipos de inteligencia:

Inteligencia Lingüística, que se manifiesta en un gran dominio del lenguaje y se traduce en una excelente capacidad de comunicación y/o facilidad al hablar otras lenguas.
Inteligencia lógico-matemática, caracterizada por la capacidad de razonamiento lógico y de resolución de problemas matemáticos.
Inteligencia visual espacial, propia de aquellas personas que pueden ver y representar las diferentes perspectivas de todo aquello que nos rodea, y a partir de perfectas imágenes mentales que forman en sus mentes son capaces de dibujar, manipular objetos u orientarse de manera extraordinaria.
Inteligencia musical, presente en la gente que tiene una especial capacidad para tocar instrumentos musicales, para componer piezas o para interpretar creaciones musicales cantando.
Inteligencia naturalista, que permite reconocer y agrupar en categorías los diferentes elementos del entorno natural en el que se desarrolla la vida, desde animales, vegetales o minerales a aspectos relacionados con la geografía y el clima, apreciando y valorando su importancia y cuidando su preservación.
Inteligencia corporal y cinestética, relacionada con el uso del cuerpo y sus partes para el manejo y dominio de determinados instrumentos y herramientas; para la expresión de sentimientos, ideas y emociones; o para la práctica deportiva.
Inteligencia intrapersonal, por la que alguien conoce bien cómo es y posee la facultad de controlar y gestionar sus pensamientos y emociones para actuar acertadamente en las situaciones que se le van presentando en su vida.
Inteligencia interpersonal, visible en las personas que tienen facilidad para relacionarse con los demás; para ponerse en el lugar del otro e intuir y comprender sus circunstancias y necesidades; o para saber cómo orientar o guiar un grupo.
Posteriormente otros profesionales de la psicología han considerado acertado añadir la inteligencia emocional y la inteligencia espiritual. La primera es común en las personas que afrontan las diferentes situaciones que se les presentan en la vida con sensatez, serenidad o resiliencia; no se derrumban ante las circunstancias difíciles, sino que las afrontan con la sabiduría necesaria para no solo sobrellevarlas con una disposición positiva sino que también aprenden con ellas y les ayudan a crecer y madurar saludablemente, sin traumas posteriores. La segunda tiene que ver con un sentido de trascendencia fundamentalmente conectado con el ámbito religioso; la poseen quienes practican su fe de manera plena y consecuente, situándola en un lugar primordial en su escala de valores y teniéndola siempre presente en las relaciones con sí mismos, con los demás y con las personas y figuras primordiales en sus creencias concretas.
Este novedoso enfoque en el concepto de inteligencia supone un auténtico giro en el ámbito de la educación porque conlleva unos planteamientos pedagógicos distintos. Ya no vale priorizar ciertas materias y determinados contenidos curriculares frente a otros; tenemos, por el contrario, que planificar y realizar actividades y proyectos de muy diversa índole, que permitan a los alumnos practicar y mejorar los distintos tipos de inteligencia, dado que cada uno les aportará soportes necesarios para sus circunstancias personales, sociales y laborales futuras. Así mismo no debemos tener dudas de que todos los niños y jóvenes son iguales en tanto en cuanto sobresalen en una u otra habilidad; por ello merecen que los contextos escolares en los que crecen y se forman les ofrezcan la oportunidad de potenciar al máximo sus fortalezas, sean éstas una inusual capacidad para las prácticas de Química en el laboratorio, para montar un puzzle o para proponer el trayecto más adecuado al dirigirse a un lugar: las tres tienen igual relevancia, algo que no se pensaba antes.
Y junto al colegio, el entorno familiar: los hijos deben percibir que también en casa se conocen y valoran las aptitudes que poseen. Qué duda cabe que estamos ante un reto de enorme magnitud; no obstante, la recompensa es también de tal calado que profesores y familias debemos esforzarnos para que nuestros alumnos e hijos dispongan de la oportunidad de alcanzarla: su felicidad dependerá en gran medida de ello.
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