Queridas familias, el martes tuvo lugar nuestra reunión de inicio de curso. Este curso, debido a la delicada situación motivada por la pandemia, no la tuvimos de forma presencial en el colegio; estábamos cada uno en nuestras casas, pero gracias a las nuevas tecnologías pudimos compartir un bonito rato juntos.
Os agradezco muchísimo vuestra presencia, vuestro tiempo y vuestras palabras; os sentí muy cerca en todo momento, tanto que la habitual frialdad de una pantalla se tornó cálida e hizo que la reunión fuese realmente parecida, en los que a sensaciones se refiere, a la de cursos pasados. El único e inigualable nexo que son vuestros hijos entre vosotros, madres y padres, y nosotros, tutores y profesores, nos brindó la oportunidad de compartir la incertidumbre y las inquietudes que nos acompañan en unas circunstancias tan especiales como las actuales. Y darnos cuenta de que caminamos unidos con el objetivo de facilitarles un curso cargado ya de demasiados obstáculos; aunque, como os comenté entonces, su actitud y comportamiento están siendo ejemplares hasta ahora.
Os reitero que me considero tremendamente afortunado de ser el tutor de un grupo de alumnos realmente maravillosos; me gusta llegar a clase temprano y observar con qué serenidad y responsabilidad van llegando ellos, dando los buenos días, ocupando sus sitios, preparándose para una nueva jornada en el cole. Otras veces soy yo quien llega después, tras haber tenido clase con otro grupo; casi no me ha dado tiempo a entrar y ya están preguntando o contándome mil cosas, confiando en mí para que les pueda ayudar en aquello que necesitan. Disfruto escuchándolos y dialogando con ellos, comprobando cómo, a pesar de su corta edad, tienen criterios tan válidos y acertados.

Siempre he pensado que la gran diferencia entre nosotros, adultos, y nuestros hijos o alumnos, es la edad, que nos aporta la experiencia, enriquecedora fuente de aprendizaje en la vida. Es ese aspecto el que propicia vislumbrar con claridad qué está sucediendo en su vida personal o escolar para que se muestren y sientan mejor o peor, y desplegar estrategias que les vengan bien. Pero eso no quita que en distintas ocasiones sean ellos, “todavía pequeñas pero al mismo tiempo grandes personas”, los que destaquen por su inteligencia, empatía, sentido común, bondad, alegría, solidaridad, esperanza, y muchos valores fundamentales que hoy son aún más necesarios. Creo firmemente que ese planteamiento -aprender con mis alumnos al tiempo que les enseño- me ha ayudado a crecer personal y profesionalmente y esté ahora mejor preparado para favorecer su adecuado crecimiento.
Y precisamente con esa idea quiero cerrar estas palabras: invitándonos, como os dije el martes, a que acompañemos a nuestros hijos en esta hermosa, aunque a veces problemática, nueva etapa que empiezan en sus vidas, la adolescencia. Que lo hagamos desde el diálogo, la escucha y el cariño continuos, en un proceso de crecimiento y aprendizaje conjunto. Habrá sin duda momentos de cierta dificultad y “desesperación”, y será entonces cuando la experiencia y madurez que la vida ya nos ha regalado a nosotros, adultos, deban salir a relucir para orientar y guiar desde la comprensión y el respeto de la individualidad y la personalidad de cada uno de ellos. Cuidaos y no dudéis en contactar conmigo para lo que os haga falta.
Entre todos sacaremos a estos niños adelante.
Me gustaMe gusta
Sin duda Paco; tienen el pilar de unas familias fantásticas y desde el cole intentamos complementaros en vuestra hermosa tarea de educarlos.
Me gustaMe gusta
Qué suerte han tenido estos niños de que les toque un tutor tan humano. Muchas gracias a ti siempre.
Me gustaMe gusta
Gracias por tus palabras Amparo. Espero poder ayudarlos en todo lo que necesiten. Sin duda, merecen lo mejor de todos nosotros.
Me gustaMe gusta